¿Te pueden echar del cine por hablar?



te pueden echar del cine por hablar?
¿Una pesadilla, o algo demasiado habitual?
Seguro que esta situación te suena: has ido a una sala de cine, tras pagar tu entrada te arrellanas en la butaca, y justo cuando te dispones a disfrutar de la película, se desencadena el infierno. Un infierno que tiene muchas formas: un vecino de butaca que no para quieto con el móvil, un grupo de amigos –o una pareja– en plena charla, una pandilla de chavales armando la gorda... Cosas que acabarían con tu paciencia en una situación normal, así que ni te contamos si las sufres viendo una película. En CINEMANÍA nos hemos puesto en contacto con el personal de varias salas de cine para plantear una pregunta crucial:¿en qué situaciones se puede echar a alguien durante una proyección?
Pero las cosas hay que analizarlas desde el principio, así que, antes que nada, hablaremos sobre los posibles 'puntos calientes' que pueden darse en un cine. "El comportamiento en las salas depende mucho de los días: los fines de semana siempre hay más gente", nos explica Ruth Benito, de losKinépolis de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Y Ruth, que sabe de lo que habla (porque ha sido azafata, y porque trabaja en el mayor complejo de cines del mundo) detalla además que el género de las películas también influye: "las salas donde se proyectan películas infantiles o de terror siempre son las más ruidosas y con más molestias".
También desde la capital, el gerente de los cines Ideal Óscar Pérez coincide en esto, y añade un punto más. Antes de trabajar en este local del centro de Madrid, Óscar ejerció su oficio en multisalas de la periferia, y apunta que no hay color entre lo que uno puede encontrarse en un cine de versión original y en un multiplex. Según Oscar, estos últimos locales "son otro mundo". Y nos comenta, como ejemplo, ocasiones en las que ha tenido que invitar a algunos espectadores a salirse de la proyección "por hacer botellón en las butacas"

Admisión: materia reservada

Muchas de nuestras fuentes nos informan de que las palabras mágicas son "reservado el derecho de admisión". Una frase que muchos asociamos más a los cartelitos de los bares de copas, pero cuyo poder en un cine va más allá del prohibirte entrar con calzado deportivo: el inmenso complejo de Kinépolis, sin ir más lejos, muestra en sus instalaciones una lista de normas en las que se prohiben "conductas impropias que puedan incomodar", tales como gritar, hablar en voz alta, poner los pies en las butacas...Según refiere el mismo texto, incumplir estas normas de comportamiento puede desagradable_cinesuponer que el acomodador de turno te invite a marcharte.
Además de las inspecciones del propio personal de las salas, que se pasan cada cierto tiempo a comprobar que todo va bien en la proyección, nuestras fuentes coinciden en que la mejor forma de acabar con estas jaranas es que alguien del propio público salga y avise, algo mucho más frecuente de lo que podría pensarse. Aunque Ruth Benito (Kinépolis) precisa por su parte que "por hablar o por poner los pies en la butaca no se ha echado a nadie".
El protocolo usual para expulsar a un espectador suele ser el mismo en todas las salas: primero, un empleado del local avisa al infractor de buenos modos, y si este persiste en dar el follón, se le comunica que tiene que abandonar el local. Eso sí: tanto Óscar Pérez comoIsidro Alonso, del cine Roxy B (de la calle Fuencarral), recuerdan que al espectador expulsado hay que tratarle con corrección ("de por favor, y de usted") y que, salvo que las normas del cine indiquen lo contrario (como sucede en el caso de los Kinépolis), debe devolvérsele el precio de la entrada. "Es como un recibo por un dinero que ha pagado", nos informa Isidro.

Móviles, 'canis' y punteros láser

¿Cuáles son los mayores incordios a los que el personal, y el público, de una sala de cine pueden enfrentarse? Pues en un lugar muy destacado figuran nuestros viejos amigos los teléfonos móviles.Aunque experimentos (aún por verificarse) como el del Tateuchi Center de EE UU pretendan compaginar el visionado de pelis con el uso del teléfono, aquí todos están de acuerdo en que esto es un incordio de los gordos.
movil_cineSegún Ruth Benito, el uso de los smartphones provoca incluso más quejas que las conversaciones a gritos. "Los hay tan enganchados a la maquina que cada dos por tres la sacan del bolsillo para comprobar algo", nos dice. "Y, como cada vez sus pantallas son más grandes, molestan bastante por la luz que reflejan". Algo en lo que coincide Óscar, de los Ideal. Isidro, del Roxy B, nos recuerda que en muchos cines (incluído el suyo), se proyectan anuncios para invitar al público a que apague su celular... Aunque estos no suelen tener mucho efecto.
Pero la mala educación no conoce fronteras: Isidro Alonso recuerda haber visto, durante su trabajo en grandes multisalas, "a gente fumando en las últimas filas, o sacando un puntero láser y poniendo la lucecita en la pantalla" y a chavales "moviendo las butacas para hacerlas temblar". Y quien sí se las ha visto de todos los colores, a juzgar por sus palabras, es Alejandro Ricoy: este veterano gerente de cines pasó mucho tiempo en el centro comercial TresAguas, de Alcorcón. Abundando en lo dicho por su colega de Kinépolis, Alejandro informa de que "las peores sesiones son las del sábado, de 5 a 8 de la tarde". ¿Por qué? Pues porque "entonces es cuando se concentran muchos adolescentes que no saben ni a qué película van, salvo que sea el taquillazo de la temporada, y entran simplemente a pasar el rato y armar follón". A veces, bromea, este comportamiento tan cani se deben a que "quieren impresionar a sus chicas".
Según Alejandro, el nivel de peligrosidad del público follonero es variable según edad y situación. "A veces, los que la arman son críos, y eso tiene un pase. Luego están los adolescentes, que se ponen gallitos y se te encaran. Pero las peores situaciones las provoca un adulto que va borracho o tse enreda en una bronca". En los casos más extremos, sólo cabe una solución: "Se avisa al proyeccionista, se para la película y se llama a la seguridad del centro comercial".

¿A qué se debe y cómo arreglarlo?

Las perspectivas sobre los orígenes de esta mala educación difieren bastante: Alejandro Ricoy piensa que los chavales "llegan malacostumbrados de casa", mientras que Óscar Pérez le quita hierro al asunto apuntando que "cada generación le echa la culpa a la siguiente", y que a muchos espectadores lo que les falta es respeto al cine. Pero la mayoría de nuestros consultados coincide en varias cosas. La primera, que como señala Alejandro, el cine es el espectáculo público más dado a follones "porque sigue siendo el más barato" y por tanto el más accesible a gente de todo pelaje, para lo bueno y para lo malo. Máxime en esos complejos de ocio donde la gente va a pasar tardes enteras entre tiendas y opciones de esparcimiento.
El segundo problema: que, a cines más grandes, y con menos plantilla, mayores problemas. Mientras que Isidro Alonso se enorgullece de trabajar palomitas_cineen "un cine como los de antes, donde hay un empleado asignado a cada pantalla", en un multiplex donde puede haber salas de varios miles de butacas mantener una buena supervisión es casi imposible. "En este tiempo de crisis global", señala Alejandro Ricoy, "los servicios se devalúan por la cantidad" de butacas y de público... Y por la escasez de empleados. Ruth, de Kinépolis, nos recuerda que"tener a una persona vigilando cada película no es fácil con 25 salas".
Así pues, el vandalismo en los cines es un problema. Pero, ¿cómo remediarlo? En los cines del Reino Unido, por ejemplo, no es infrecuente que un empleado del local se presente antes de la proyección, avisando que supervisará la proyección no sólo en lo tocante al comportamiento del público, sino también a la calidad de la imagen o en caso de posibles emergencias. Alejandro Ricoy lo ve "estupendo, para que la gente se lo tome en serio, y siempre que no haya advertencias o amenazas". Isidro Alonso, por su parte, considera que "sería como tener a un policía en la sala" y aboga por un trato más digno y personalizado al espectado: "la gente mayor lo agradece". En todo caso, parece que estamos ante un problema que sólo puede solucionar una persona: el espectador, recordando que no es sólo él quien está viendo la película. ¿Una utopía? Cada uno tendrá su respuesta... 

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